jueves, 25 de septiembre de 2008

Deficiencias de la comunicación; un caso real

Atardece en la aldea humildísima. Doña Concepción sale de su casilla de chapa y cartón, munida de escoba, a quitar la tierra de la brevísima vereda. Doña Juana, su vecina, está colgando la ropa que acaba de fregar. Mira a su vecina, a su escoba y otra vez a su vecina. Le llama la atención la especie de tubito de hule blanco que Doña Concepción ha puesto en el extremo del mango.
-¿Qué cosa es ese chisme que le puso a su escoba?
-Esto, ejem, sí, me lo dieron en el camión ese que vino de la capital.
-¿Y pa' qué sirve?
Doña Concepción se acerca algo incómoda a su vecina. -Shhh, que no la oiga el Ramón.
-¿Por?
-Mire, doña Juana, vio que el camión ese que vino de la capital dicen que es pa'yudarnos con nuestros problemas.
-Pse... Eso dicen.
-Bueno, yo me animé y fuí- se acerca confidencial -pa' decir que necesito que no vengan más criaturas. Yo ya no doy más, pero el Ramón siempre quiere y quiere y siguen viniendo, y después hay que darles de comer y cuidarlos. En el camión había una señora muy bonita de punta en blanco, vio cómo se visten en la capital, y le dije que ya le había pedido a la virgencita que no me mande más criaturas, pero igual siguen viniendo.
-¿Y qué le contestó?
-Hizo así con la cabeza- Concepción niega con gesto de reproche imitando a la mujer del camión -y me dijo que claro, que así van a seguir viniendo, que hay formas científicas de hacerlo.
-Ah sí, los de la capital siempre hablan de ciencia.
-Y bueno, me dijo que lo que yo tenía que usar eran 'preservativos', abrió un cajón y sacó un chismecito cuadradito que adentro tenía como una especie de moneda de goma. Me preguntó si los sabía usar y le dije que no, y otra vez hizo que no con la cabeza y me dijo que me iba a mostrar. Y agarró y se trajo una escoba, abrió el chismecito y sacó la moneda, que a la final era el coso este enrollado- señala el tubo de hule de su propia escoba. - Me dijo “usted lo agarra y lo extiende así y así”, lo puso en su escoba, me preguntó si había entendido y cuando le dije que sí me regaló una caja llena de los chismecitos esos. Y me vine.
-Y los usa.
-Y, sí. Le puse uno a la escoba, otro a la palita y otro más al rastrillo.
-Pero doña, ¿Usted le creyó que eso iba a parar a las criaturas?
-No, qué le voy a creer. Pero qué se yo, la señora era tan amable, y me los regaló. Y usarlos no me cuesta nada. Si agarro a la escoba de acá hasta se me resfala menos.
-Ay, doña Concepción, son gente rara los de la capital.
-Sí, rarísima. No es que sean ignorantes, pero son tan supersticiosos.

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