Dificil olvidar esos días de infamia que fueron escenario de la terrible guerra camboyano-paraguaya. Incluso para quienes no estuvimos involucrados en forma directa, las imágenes (a la fuerza mucho más estériles, inocuas, que los hechos crudos) de los noticieros quedaron adheridas como una materia inmunda en nuestros recuerdos. Villas arrasadas, poblaciones diezmadas, sombras de hombres y mujeres que en el mejor de los casos gritan y lloran desconsolados, pero tambien otros que simplemente deambulan como espectros, la mirada vaciada de toda humanidad.
No sólo los hombres repudiamos los acontecimientos. En sus Celestiales Moradas, Dioses y Demiurgos lloran de pena y culpa. Evidentemente el Mundo está mal diseñado. Cómo pudo pasar esto, se oye una y otra vez por los Divinos Pasillos. Un consenso empezó a formarse entre las divinidades: lo que ocurre, razonan, es que los paraguayos y los camboyanos son muy diferentes. No podrían ponerse de acuerdo en nada. Y del consenso, surgió un plan: el próximo Mundo tendrá dimensión no solo acotada, sino baja, de modo que la superficie de la Tierra tenga dimensión, digamos, 2. En ese Mundo sería cosa sencilla arreglar que Paraguay y Camboya sean países remotos; incluso cabe plantearse ordenar los países de modo que sólo países afines mantengan fronteras. Porque ¿Qué demente puede concebir una guerra así entre Camboya y Vietnam, o entre Paraguay y Argentina o Bolivia?
miércoles, 17 de septiembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
¡Me encanta este texto!
¡Qué bueno que lo publicaste, pienso difundirlo!
Publicar un comentario