El becario de doctorado es el proletario de las ciencias. Algunas décadas atrás, cuando los aceleradores funcionaban con cámaras de niebla, eran becarios heróicos y anónimos los que revisaban las miles de fotos una por una, bajo luz mortecina, extrayendo con regla y compás los datos numéricos para alimentar el software en fortran (escrito por otros becarios) del que los físicos senior extraían sus conclusiones. Cada premio nobel, cada tapa de Science y de Nature, cada anuncio rimbombante en el New York Times sobre agujeros negros o mapas del Big Bang descansa sobre las espaldas de cientos de estudiantes de doctorado encorvados sobre el teclado de una PC o un instrumental de calibración durante días y noches extenuantes. Al igual que en el resto de las actividades humanas, la automatización y el progreso tecnológico no ha disminuido la necesidad de esfuerzo humano, sino más bien la ha complejizado. Y como es de esperarse el LHC, la joya científica de nuestra generación, es lider indiscutido en demanda de horas-becario sin dormir.
Quien haya pasado horas de esfuerzo intelectual hasta altas horas durante varios días sabe que los efectos fisiológicos de estas desmesuras no son los mismos que los de la simple vigilia. Algo circula por las venas, como un narcótico, y pronto empiezan los ataques de risa, los proyectos delirantes, las apuestas insensatas. La vigilia intelectual grupal es un licor que nos emborracha de nosotros mismos, y pronto nos encontramos haciendo las cosas más inverosímiles. En el ámbito científico circula la especie de que durante una noche de shift un grupo de físicos apostó una caja de vinos a quién deslizaba primero la palabra “pingüino” (penguin) en un paper; la apuesta la ganó John Ellis con sus “diagramas pingüino”, representaciones esquemáticas de procesos entre partículas elementales que, con mucha imaginación, se parecen vagamente a un pajarraco.
He aquí, para los lectores de Bituín Noumor, un ejemplo de los efectos de las noches de shift en el LHC. El documento tiene valor divulgativo, tanto respecto de la física que el LHC explora como del aspecto humano de una de las comunidades más mitificadas de nuestros días.
viernes, 19 de septiembre de 2008
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4 comentarios:
un poco largo el video, pero mes divertido y explicativo. Se lo mostré a un amigo y me dijo que existe el subgénero en el hip hop conocido como nerdcore, dedicado a temas científicos o de ciencia ficción.
¡Nerdcore! Ya decía la abuela que todos los días se aprende algo nuevo.
A mí todo esto de que Suiza tenga una maquinita que -dicen- puede hacer desaparecer cosas, me huele mal. Y justo justo la estrenan ahora que sabían que se venía una nueva de-pre-sión, ¿se fija? Para mí está todo claro: cuando los "inversores" vayan a sacar sus ahorros, los bancos suizos van a decir que la maquinita hizo desaparecer toda la plata, y como parece que está en un túnel en la frontera con Francia, van a tener que hacer su reclamo ante un organismo internacional. Si esto llegase a ocurrir, sería bueno que los becarios nerdancers aprovechen de estudiar si pueden hacer reaparecer la plata acá en el Cono Sur. Como se trataría de la misma forma pero no de la misma materia (si entendí bien el asunto sería como la máquina de "La Mosca") entonces los bancos suizos no podrían reclamar, por tratarse de distinta especie.
De nada, por la idea. Me conformo con un diez por ciento.
Interesante punto de vista, señor cónsul. El record mundial de teletransportación cuántica, hoy por hoy, es de un átomo individual teletransportado unos cientos de quilómetros, pero con este incentivo los científicos argentinos tendremos un importante incentivo. Teniendo todo esto en cuenta, y con el fin de promover el progreso material del Mercosur, Bituín Noumor lanza un concurso que premiará al primer equipo científico que logre teletransportar un billete de cien francos suizos desde Ginebra hasta Avellaneda.
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